El apellido Arévalo tiene un capítulo especial en la historia dominicana pues el Presidente Juan José, padre de Bernardo, en 1947 rompió relaciones diplomáticas con República Dominicana entonces bajo control trujillista. Guatemala en aquel entonces tenía en su territorio a varios reconocidos activistas trujillistas por lo que la propaganda dictatorial difamaba constantemente al gobernante revolucionario.
A este lo acusaban de ser un títere comunista junto a Rómulo Betancourt además de injerencista que apoyaba expediciones armadas hacia territorio dominicano. En medio de ese contexto, Arévalo ordenó la ruptura de relaciones el 8 de julio de 1947 en una carta que utilizó lenguaje pocas veces visto contra El Jefe. A este lo describió como un monarquista totalitario que quería entronar a su familia por cuanto menos medio siglo.
Juan José gobernó entre 1945-1951 cuando fue sucedido por su compañero, Jacobo Arbenz quien cayó derrocado por sus choques con la poderosa United Fruit Company. Tras eso, ambos se exiliaron y por ello fue que Bernardo nació en Uruguay.
Pero el significado de sus ataques a Trujillo no fue olvidado en tierra dominicana. En 1972, mientras regía todavía gobierno militar en Guatemala y Juan José se encontraba en Venezuela, recibió invitación del gobierno dominicano que lo condecoraría con la Orden de Duarte, Sánchez y Mella en el Grado de Gran Cruz Placa de Oro. Un honor reservado únicamente para gobernantes en ejercicio.
Ese fue el tratamiento que recibió Arévalo cuando llegó a Santo Domingo el 27 de marzo 1972 para el homenaje en el Palacio Nacional. El entonces Canciller, Víctor Gómez Berges, compartió varias veces la anécdota de que esto fue iniciativa del Presidente Joaquín Balaguer tras que en 1971 el joven coordinador de la diplomacia Dominicana conoció al legendario gobernante guatemalteco en Caracas.
Para Balaguer, esto tenía un gran valor histórico y especialmente para el país. De modo que al evento llegaron varios de los antiguos exiliados anti trujillistas, algunos opositores al gobierno pero en ese momento, las divisiones locales fueron puestas a un lado y el enfoque fue reconocer a un exiliado que cuando tuvo el poder, fue solidario con quienes lo necesitaron.
Colaboración de Jatzel Román