Por: Tony Raful.
Escritor. Embajador dominicano en Italia.
El gran poeta norteamericano e inglés, Thomas Stearns Eliot, escribió en 1922, “La Tierra Baldía”, uno de los textos fundamentales de la literatura inglesa del siglo veinte. Es un canto a la desolación del hombre sobre los escombros y la angustia existencial dejada por la Ira Guerra Mundial. Este poema conservó su vigencia luego en la 2da Guerra, y sigue conservando su actualidad en medio de la conflagración universal de los conflictos, usando armas químicas en diversos puntos del planeta. En estos momentos la guerra de Ucrania y Rusia, y todo lo que se mueve alrededor de esta tragedia, así como los focos de guerra tribales, la lucha por la posesión geo política, los apremios encubiertos por fanatismos religiosos, resaltan la acción destructiva e injusta del hombre como lobo del hombre. Y es entonces cuando el poema de Eliot conserva su actualidad, su desgarrante contenido crítico homicida. Citamos a Luis Miguel Cangalaya: “En La Tierra Baldía, la temática se basa en el descubrimiento de la esterilidad física y espiritual del ser humano. La esterilidad de la tierra es un símbolo que hace referencia a la falta de una respuesta clara, evidente, que absuelva los problemas humanos, aquellos que nos hemos cuestionado desde siempre… “la tierra baldía” es un largo poema (433 versos) dividido en cinco partes”. En cualquier caso, forma un indiviso unitario. Mi admirado amigo, el joven intelectual, Iván Gatón, brillante y agudo analista del Derecho Internacional, lector voraz de la buena literatura y de la historia, me comentó una reflexión que hizo cuando estudiaba el conflicto del Medio Oriente, viendo cómo se invertían millones de dólares en armamento destructivo y tóxico, y se encontró con los versos de Eliot, cuando dice, “… sabios mercaderes de las guerras del Señor”.