El 16 de julio de 1969, despegó con destino a la Luna la misión Apolo 11 de la NASA. Cuatro días después, dos astronautas, Neil Armstrong y Edwin Aldrin, pisaron la superficie de nuestro satélite. Sin embargo, antes de la realización de la misión, los especialistas de la agencia espacial estadounidense tenían una serie de preocupaciones acerca del peligro que entrañaba el viaje a la Luna y especialmente el polvo en su superficie, también conocido como ‘regolito’, recoge Gizmodo.
Todas las preocupaciones surgían del hecho de que los especialistas no conocían la estructura del regolito y por eso pudieron solo imaginar cómo sería el contacto con las partículas que aparecen en la Luna como consecuencia del impacto de meteoritos contra la superficie del satélite y el efecto de la radiación solar.
El polvo lunar como arenas movedizas
Según una de las teorías, que fue propuesta por el científico Thomas Gold, la estructura del polvo podría ser semejante a arenas movedizas. El especialista suponía que el regolito podría no solo obstaculizar el alunizaje del Módulo Lunar, sino tragarse a los astronautas. Con el fin de “determinar las características del terreno lunar”, la NASA incluso realizó el programa Surveyor 2, en cuyo marco “construyó y lanzó a la Luna 7 naves espaciales Surveyor a un costo total de 469 millones de dólares”.
Los datos obtenidos en el marco del proyecto indicaron que el polvo soportaría el peso del aparato y los astronautas, pero las preocupaciones al respecto seguían existiendo hasta que el alunizaje exitoso se convirtiera en realidad, señaló en su libro ‘Return to Earth’ (‘Regreso a la Tierra’, en inglés) Buzz Aldrin. “Los alunizajes no tripulados de las Surveyor indicaron que la superficie era bien compacta y que soportaría adecuadamente el peso del L.M. [Módulo Lunar]. Entonces, […] era una preocupación relativamente menor. Nadie lo sabría con toda seguridad, por supuesto, hasta que estuviéramos allí”, relató.
La carga estática y el riesgo de incendio
Sin embargo, la preocupación de que el regolito se tragara a los astronautas no era la única que tenían los científicos debido a la estructura desconocida del polvo. Al mismo tiempo, tenían miedo de que las partículas de polvo —que según las expectativas de los expertos debían tener un tamaño pequeño— poseyeran carga estática. Dan Parry afirmó en su libro ‘Moonshot: The Inside Story of Mankind’s Greatest Adventure’ (‘Objetivo: La Luna’, en inglés) que los especialistas opinaban que “una carga de electricidad estática atraería tanto polvo que nadie será capaz de ver por las ventanas“.
La amenaza en cuestión no se comprobó, pero ese temor no carecía completamente de fundamento, a pesar de que su alcance real durante la misión fue menor de lo esperado. En realidad, la carga estática se evidenció e hizo que las partículas del regolito ‘se pegaran’ a los trajes de los astronautas.
Además, Gold tenía miedo de que el polvo lunar pudiera ser volátil y al entrar en la cabina del Módulo Lunar, llena de oxígeno, provocara un incendio o incluso una explosión. Para refutar la teoría en cuestión, Aldrin y Neil Armstrong tomaron una pequeña cantidad de polvo lunar, la llevaron al aparato y extendieron sobre el motor de ascenso, afirmó Charles Fishman en su libro ‘One Giant Leap’ (‘Un gran salto’, en español). Los astronautas observaron la reacción del polvo mientras que la presión en la cabina se restauraba y estaban listos para tirarlo fuera del aparato en caso de la aparición de fuego. Sin embargo, el regolito no ardió.
Enfermedades
Otra preocupación consistía en que los miembros de la misión pudieran llevar a la Tierra algunas sustancias peligrosas o contraer una enfermedad desconocida. En 1963 fue creado un subcomité especial de la Academia Nacional de Ciencias de EE.UU. que recomendó que la NASA “estableciera un programa de cuarentena para garantizar que la Tierra y su ecología estuvieran protegidas de algún posible peligro, asociado con el regreso del material lunar”, según un informe de la NASA.
De esta manera, después del retorno de la tripulación se aplicó una serie de medidas, entre ellas una cuarentena de 21 días para los miembros de la misión durante la que los médicos observaban su estado de salud en caso de que aparecieran señales de alguna enfermedad, lo que no ocurrió.
No obstante, la teoría sobre el peligro del polvo lunar para el organismo humano no era completamente falsa y los tripulantes sufrieron una reacción llamada ‘fiebre del heno lunar‘, con síntomas como ojos llorosos y dolor de garganta.
Por su parte, un grupo de trabajo formado por representantes de las agencias espaciales de Italia, Canadá, Europa, Japón y EE.UU. estudió el problema de la presencia del polvo en los cuerpos espaciales y emitió en el 2016 un informe que concluyó que “el polvo sigue siendo el principal factor limitadoren [el proyecto del] regreso a la superficie lunar en las misiones de duración prolongada”.
Fuente: RT Actualidad