Las juezas progresistas ponen de relieve el riesgo de permitir la discriminación en aras de la libertad de expresión
El ambiente a las puertas del Tribunal Supremo de Estados Unidos era este lunes el de los grandes casos. Organizaciones conservadoras y activistas LGTBIQ+ se manifestaban en el exterior mientras dentro se discutía un caso en que entran en conflicto las creencias religiosas y los derechos de las parejas homosexuales. El Tribunal Supremo, de clara mayoría conservadora, parece inclinarse por respaldar a la diseñadora web de Colorado que se niega a prestar sus servicios para bodas entre gays pese a que la ley de ese Estado rechaza la discriminación por orientación sexual. Sin embargo, habrá que esperar previsiblemente hasta junio para conocer dónde traza la frontera difusa entre la libertad de expresión protegida constitucionalmente y la discriminación ilegal de minorías.
El tribunal ha examinado un recurso de 303 Creative, la empresa de Lorie Smith, una diseñadora de páginas web cristiana evangélica, de 38 años, que solo cree en el matrimonio como unión de un hombre y una mujer. Smith quiere negar sus servicios para bodas entre homosexuales y defiende que nadie la puede obligar a ello en virtud de la libertad de expresión consagrada en la Primera Enmienda de la Constitución.
El caso (303 Creative LLC contra Elenis) se ha convertido en exponente de las guerras culturales que el Supremo de mayoría conservadora está dispuesto a librar en su giro a la derecha, pese a que tiene algo de prefabricado. Smith no tiene aún un servicio de webs para bodas y ninguna pareja gay le ha encargado una. Pero ella dice que quiere lanzar el servicio y publicar una advertencia con un rechazo categórico a atender a clientes para bodas entre homosexuales, algo que prohíbe la ley de Colorado.
Todas las partes han venido a admitir durante la vista de este lunes que nadie pueda obligar a la diseñadora a crear una página web que transmita mensajes a favor del matrimonio homosexual. Pero Smith se niega a prestar el servicio aunque no tenga que incluir esa clase de mensajes; incluso si el diseño que se le encarga es igual a otro que ya haya hecho para una pareja heterosexual o si incluye solo datos como el nombre de los contrayentes, lugar de celebración, opciones de alojamiento, la lista de bodas y otros detalles logísticos.
El límite de la discriminación
Las juezas progresistas han acorralado a la abogada de Smith, Kristen Waggoner, que ha incurrido en errores y contradicciones y no ha sido capaz de explicar dónde se fija el límite si se permite discriminar en aras de la libertad de expresión por las creencias personales. La jueza Sonia Sotomayor ha sido la más incisiva. Si se permite a Smith negar sus servicios porque no cree en el matrimonio homosexual, “¿cuál es el límite? ¿Qué pasa con la gente que no cree en el matrimonio interracial o que no cree que las personas con discapacidad deban casarse? ¿Dónde está la línea? Yo elijo servir a quien yo quiera. Si no estoy de acuerdo con sus características personales, como raza o discapacidad, puedo elegir no vender a esas personas”, ha dicho.
“En el contexto de la raza”, ha contestado Waggoner, “es altamente improbable que alguien atienda a los estadounidenses negros en otros asuntos, pero solo se niegue a hacerlo en un contexto de matrimonio interracial”. “Bueno, no es imposible”, le ha replicado la jueza Elena Kagan, también progresista.
La abogada de Smith ha tratado de defender que no se trata de los clientes sino del mensaje. Es decir, la diseñadora admite a clientes homosexuales para otros encargos que no tengan que ver con el matrimonio. La cuestión es si el mero hecho de tener que aceptar el hipotético encargo del diseño de una página web para una boda de una pareja gay (aunque el diseño no tenga ninguna carga ideológica), supone de alguna forma obligarla a difundir un mensaje implícito a favor del matrimonio igualitario. “La misma expresión puede significar cosas diferentes, como un escultor negro que esculpe una cruz personalizada para celebrar un bautizo católico, pero no un mitin de la iglesia aria”, ha dicho su abogada.
La tercera jueza progresista de los nueve componentes del tribunal, Ketanji Brown Jackson, ha tomado los ejemplos de diseños web para bodas propuestos por Smith y le ha preguntado a su abogada: “¿Cuál es el mensaje [en contra de sus creencias] de ‘reserva la fecha”. “Es una invitación a celebrar un matrimonio”, ha contestado la abogada. “Pero usted no está invitando a la boda. Son los novios. ¿Cómo se convierte en su mensaje?”, ha replicado Jackson. “Con el anuncio de la boda en sí que ella cree falsa [si la pareja no es un hombre y una mujer]”, ha dicho más tarde la abogada.
Las juezas progresistas han subrayado que nunca se ha admitido ese concepto de mensaje implícito y han alertado del riesgo que supone abrir esa espita. Además, han señalado que no es la diseñadora de la web la que invita y transmite un mensaje, sino que se considera que son los contrayentes los autores del mismo.
La sesión ha transcurrido trazando la frontera entre bienes y servicios que incluyen mensaje o discurso (y protegidos por ello por la libertad de expresión) y los que no. Así, no se puede forzar a un escritor de discursos que acepte un encargo para sostener cosas en contra de sus convicciones. En cambio, una empresa que alquile sillas para banquetes de boda no puede negarse a hacerlo para un matrimonio gay. El diseño de la página web está en un punto intermedio.
Como la abogada de Smith ha puesto la fotografía entre los ejemplos amparados por la libertad de expresión, la jueza Jackson, afroamericana, ha lanzado otro caso hipotético: ¿se puede permitir a un fotógrafo en un centro comercial rechazar que niños negros se tomen una foto con un Papá Noel blanco, alegando que quieren recrear imágenes de otra era? ¿Y se le puede permitir poner un cartel que diga “solo niños blancos”? “Eso sería un caso límite”, ha dicho la abogada de Smith.