De cárcel clandestina para torturar y matar pasó a ser un templo religiosos y un colegio para niños.
Santo Domingo. La directora del Museo Memorial de Resistencia, Luisa de Peña Díaz y la periodista Patricia Solano, fueron entrevistadas en el programa “El día” transmitido por Telesistema, donde hablaron de la antigua Cárcel de la 40 que operaba en la dictadura de Trujillo y la exposición que inició el día de hoy en la verja del recinto donde se relata la historia de todo lo que allí aconteció.
Poder poner aquí una exposición era un deseo viejo del museo, que le contara a la gente de Cristo Rey y todo el que venga a la iglesia, lo que pasaba en este lugar en tiempos de la dictadura.
Dijo la periodista Patricia Solano.
De acuerdo a la historia, este lugar que hoy es un templo para adorar a Dios y donde se educan niños, era una cárcel clandestina fuera de toda ley por donde pasaron hombres, mujeres y niños.
La cárcel secreta conocida como “La 40”, fue instalada por la dictadura con el fin de interrogar aplicando crueles torturas y asesinar a los opositores.
Sus actividades estaban íntimamente ligadas a la existencia del Servicio de Inteligencia Militar (SIM), organismo de inteligencia organizado en principios bajo las orientaciones del general Arturo Espaillat, un personaje tenebroso al que llamaban “Nabajita” y quien tuvo destacada participación en 1956, como jefe de lo que fue el Servicio de Inteligencia en el Exterior, en el secuestro y asesinato del español Jesús de Galindez.
El Servicio de Inteligencia Militar SIM se encontraban en la parte trasera del Palacio Nacional, en la esquina formada por las avenidas 30 de Marzo y México, lugar hoy ocupado por oficinas gubernamentales. Pero el verdadero centro de operaciones del SIM lo era La 40, instalada como parte de un plan que buscaba hacer más eficiente el aparato de inteligencia de la tiranía.
El letrero de “Rancho Jacqueline” hacía referencia al nombre de la hija del primer propietario y constructor de la casa, ubicada en la calle 40 de lo que hoy es la barriada de Cristo Rey. Su propietario, el coronel Luis Ney Lluberes Padrón, había lotificado unos terrenos de su propiedad que eran colindantes y los vendía como solares. Más tarde, el coronel Lluberes negoció la residencia con el general Juan Tomas Díaz, quien le hizo nuevos arreglos y residió en ella durante varios años; posteriormente este la traspasó al gobierno, que después de construir varios anexos, la destinó para ocupar la cárcel de La 40.