Panamá. En medio de la exuberante vegetación de la costa Caribe de Panamá, una humeante chimenea naranja, roja y blanca de 125 metros de altura sirve de faro a los helicópteros que se aproximan a la mina más grande de América Central.
Una gruesa capa de nubes oscurece el cielo al mediodía y una copiosa lluvia tropical cae sobre esta mina de cobre a cielo abierto explotada por la compañía canadiense First Quantum Minerals.
No muy lejos hay un enorme agujero en la tierra de un kilómetro de diámetro. Comenzó a ser excavado en febrero de 2019 con la ayuda de explosivos y enormes perforadoras fabricadas por una centenaria empresa sueca, pero las labores mineras pueden quedar paralizadas a mitad de la próxima semana.
El miércoles próximo vence el ultimátum dado por el presidente de Panamá, Laurentino Cortizo, para que esta compañía que cotiza en la Bolsa de Toronto suscriba un nuevo contrato de concesión, que elevará 10 veces el monto de las regalías que paga en Panamá.
Si la empresa no lo firma, deberá cesar sus operaciones en Panamá tras haber invertido más de 10.000 millones de dólares en movimientos de tierra, construcción de edificios para alojar a sus 7.200 empleados, compra de maquinaria pesada, una central eléctrica, un puerto para buques mercantes de gran calado, así como caminos de acceso, planes de reforestación y programas de ayuda a las comunidades.
“Nos dieron plazo fijo para firmar el nuevo contrato el 14 diciembre, para que aceptemos los nuevos términos [que exige el gobierno panameño]”, dice a la AFP el gerente de la compañía en Panamá, el escocés Keith Green, quien parece disimular su inquietud gracias a su experiencia de tres décadas como diplomático.
“Tenemos la intención de llegar a un acuerdo, pero la negociación está un poco trabada”, afirma este exfuncionario del ministerio de Relaciones Exteriores británico, ahora directivo de First Quantum Minerals, compañía con operaciones en España, Turquía, Finlandia, Australia, Zambia y Mauritania, además de Panamá.
El pasado 18 de enero, el presidente Cortizo anunció al país que endurecería las condiciones de la concesión. También advirtió que con el nuevo contrato la minera debería pagar como “mínimo” 375 millones de dólares anuales al Estado panameño, 10 veces más que antes.
“Panamá tiene el derecho irrenunciable de recibir ingresos justos por la extracción de sus recursos minerales, porque el cobre es panameño”, argumentó el mandatario.
– 75% del PIB –
El color ocre de las rocas y la tierra del gigantesco agujero de la mina contrasta con el verdor de la selva circundante, y por sus laderas escalonadas circulan lentamente enormes camiones que cargan 400 toneladas.
Esta mina es “la más grande de América Central” y de ella se extraen al año 300.000 toneladas de concentrado de cobre, dice Green. Aporta el 75% de los ingresos por exportaciones de Panamá y representa el 4% de su Producto Interno Bruto (PIB), añade.
El yacimiento, descubierto en 1968, está en la costa del Caribe, a 240 km por carretera de la capital.
La producción se distribuye en barcos que zarpan desde el Puerto Internacional Punta Rincón, construido por los canadienses al lado de la mina.
La compañía construyó “Punta Rincón” ante la falta de carreteras para llegar a puerto de Colón, a 40 km de distancia, ya que el Estado nunca construyó vías en la costa caribeña.
– Diferencias –
A pesar de la amenaza que ensombrece el futuro de la mina, la empresa sigue trabajando con normalidad e invierte en el futuro.
Una nueva perforadora, fabricada en Estados Unidos por la empresa sueca Epiroc, fue inaugurada en una ceremonia el martes, lo que causó un intenso tráfico de helicópteros con invitados desde el aeropuerto Albrook de la capital, una antigua base aérea de los tiempos en que Estados Unidos controlaba el Canal.
La perforadora pesa 200 toneladas y parece un edificio de unos tres pisos, del que sale una torre. Su precio supera los seis millones de dólares,
“En América Latina hay 200 de estas perforadoras, 50 de ellas en Chile y ahora tres en Panamá”, dice a la AFP el gerente de Epiroc para América Latina, Hans Traub.
La perforadora llegó desarmada en un barco y fue llevada a la mina en 10 camiones.
Fue armada a un costado del enorme agujero por el ingeniero chileno Alex González, quien trabajó anteriormente en Chuquicamata, la mina de cobre a cielo abierto más grande del mundo. Situada en el desierto de Atacama, en el norte de Chile, inició su explotación hace siglos, en el año 1015.
Pero América Central no posee esa tradición minera: la minería es ilegal en Costa Rica y El Salvador, y ahora se tambalea en Panamá. Una cultura heredada quizás de los mayas, quienes no le daban importancia al oro.
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