Brasil. En un abrir y cerrar de ojos, Eraldo dos Santos muestra el interior de la diminuta cabaña de barro muy parecida a la choza en la que su primo, Luiz Inácio Lula da Silva, comenzó su improbable viaje a la presidencia de Brasil.
Amueblada simplemente con una cama de paja, un horno de leña y una imagen de Jesús en la pared, la choza marrón situada al borde de una carretera polvorienta en el empobrecido noreste de Brasil es una réplica de otra, destruida hace tiempo, donde el ex -y quizás próximo- presidente nació.
Mientras Brasil se acerca a una polarizada elección presidencial el 2 de octubre, Dos Santos, primo segundo de Lula, dice que quería reconstruir la cabaña de tres espacios estrechos para recordar los orígenes humildes del ícono de la izquierda.
Se ame u odie a Lula -y actualmente hay muchos brasileños en ambos lados- al menos existe consenso en su excepcional trayectoria.
Ascendió de la pobreza profunda hasta llegar a ser el presidente más popular en la historia de Brasil (2003-2010).
Pero sufrió una espectacular caída en desgracia cuando fue encarcelado bajo acusaciones de corrupción (2018-2019), antes de que la justicia anulara sus condenas, aunque sin absolverlo.
Ahora, a los 76 años, puede estar a las puertas de un regreso por la puerta grande derrotando, si las encuestas aciertan, al presidente ultraderechista Jair Bolsonaro.
– Familia de agricultores –
Todo comenzó en una casa de barro y palos a las afueras del pueblo de Caetés, en el estado de Pernambuco (noreste), donde Lula, el séptimo de ocho hermanos, nació en el seno de una familia de agricultores analfabetos.
Entonces “ni siquiera teníamos hospitales” en la zona, dice Dos Santos, de 68 años, quien al igual que su famoso primo, abandonó muy joven la semiárida región para trabajar en Sao Paulo, donde ambos se convirtieron en obreros metalúrgicos y dirigentes sindicales.
“Esta era la única casa que los agricultores pobres podían construir (…) solo un techo para dormir”.
En realidad esta es la segunda réplica de la casa natal de Lula.
La primera fue construida al comienzo de su presidencia por un hermano de Lula ya fallecido y el alcalde local, pero se derrumbó como la original. Lo que queda es solo una pila de tierra y palos.
Dos Santos, un orgulloso “nordestino” que volvió a la región hace 25 años, construyó la nueva versión con un armazón de hierro y hormigón, y encima vertió el barro.
“Tuve que adaptar el pasado”, dice, mostrando entre su barba gris una sonrisa que recuerda la de Lula.
Terminó la “Casa de Doña Lindu”, bautizada así en honor a la madre de Lula, hace unos tres meses, con ayuda de otro primo y aliados del expresidente.
Lula, que abandonó el noreste de Brasil a los siete años, la visitó en julio y se dejó ver sonriendo y posando para fotos en la ventana frontal.
“En ese momento, debió de ver desfilar toda su vida, digna de una película”, dice Dos Santos, que se refiere a su primo como “un tipo fantástico”.
– El retorno del “héroe” –
Los seguidores de Lula abundan en esta región, una de las más beneficiadas por el auge económico y las políticas sociales de sus gobiernos.
Del otro lado de la casita, un vecino, Paulo Gomes Bizerra, de 50 años, le compuso una canción: “Lula volvió como héroe…”, canta en el coro local.
En la cercana ciudad de Garanhuns, Tiago Azevedo, un vendedor cellejero de 42 años, recuerda la presidencia de Lula como un hito para los pobres y la clase trabajadora.
“Trajo electricidad a gente que no tenía en zonas rurales, dio a los pobres más oportunidades para estudiar en la universidad. Personas que nunca habían podido tener una motocicleta o un carro consiguieron comprarlos”, afirma.
Pero incluso aquí, Lula tiene sus detractores.
En “Lulao”, o “Gran Lua”, un vecindario de casas construidas por el gobierno del izquierdista, las vecinas Maria y Renata da Silva mantienen una discusión acalorada.
“Lula fue un presidente excelente, ayudó a mucha gente”, dice Renata, una madre de tres hijos, de 30 años. “Con Bolsonaro, lo único que tenemos son altos precios. Todo está caro”, añade.
Maria, una madre soltera de 38 años con dos hijos, responde con una carcajada.
“Todo lo que hizo el partido de Lula fue robar”, contraataca. “No te voy a mentir, votaré por Bolsonaro”.