La Habana, Cuba | AFP | A sus 91 años, el hotel Nacional de La Habana ha vivido de todo: cañonazos, una cumbre de la mafia, crisis de misiles y excentricidades de figuras de Hollywood, pero pocas veces experimentó la soledad que ha traído la pandemia a sus suntuosos salones.
Situado en una colina frente al mar, la monumental edificación se erige en forma de H con la ciudad a sus espaldas.
En 1898, los españoles colocaron ahí un cañón considerado entonces el más grande del mundo, para defender a la isla, su último bastión americano, frente a los estadounidenses.
Con sus vajillas inglesas aún sin estrenar, relojes importados desde Alemania y lámparas de araña pendiendo de altos techos, el Nacional abrió sus puertas el 30 de diciembre de 1930.
Fue inaugurado solo tres años antes de que otra batalla campal sacudiera sus muros con cañoneos desde mar y tierra, cuando unos 400 oficiales del depuesto presidente Gerardo Machado (1925-1933) se sublevaron contra el gobierno.
Entre los innumerables sucesos ocurridos en esta construcción, que combina el art decó con elementos neoclásicos y azulejos moriscos, es difícil encontrar alguno que apagara su vitalidad como lo hizo el covid-19.
Los visitantes extranjeros volvieron apenas el 15 de noviembre pasado para terminar con una larga ausencia de casi 20 meses por confinamiento y cierre de fronteras.
En este periodo se restauró la fachada y se cambiaron pisos y ventanas de habitaciones, incluida la 211 del segundo piso, en la que el capo Lucky Luciano se hospedaba en diciembre de 1946, cuando se celebró una famosa cumbre de capos de la mafia.
“Capital del juego”
Los gángsters se apropiaron del hotel para la convención, inaugurada el día 22 en una gran mesa rectangular con Luciano sentado en la cabecera.
La escena fue recreada en la película de El Padrino II de Francis Ford Coppola. “Se ve que se estaban repartiendo el pastel y el pastel tenía el mapa de Cuba dibujado arriba”, relata Arleen Ortiz, especialista en historia del hotel.
“Las Vegas no existía y Cuba era el lugar perfecto para el juego por dinero, con la cercanía de Estados Unidos, de Key West (Florida), el clima, las playas, el ron”, La Habana era el sitio ideal para convertirse “en la capital del juego”, añade.
Frank Sinatra, invitado especial, acompañó con su voz melancólica las fiestas a todo lujo que los capos celebraron esa Navidad con sus familias.
Ya en la década de 1950, Ava Gardner desayunaba ahí daiquirís después de una noche de juerga por cabarets de La Habana al lado de personajes como Ernest Hemingway.
En pasillos y habitaciones hay fotos, objetos y hasta cartas de personalidades que pasaron por ahí, como Johnny Weissmüller, protagonista de Tarzán, a quien se le ocurrió lanzarse desde la segunda planta a la piscina principal, ante los ojos atónitos de empleados de la época que dejaron su testimonio.
Esa alberca había quedado en desuso por un problema con el abastecimiento de agua, pero el cierre por la pandemia permitió restaurarla.
– “Reviviendo el pasado” –
Se hizo “mucho trabajo para lograr que cuando regrese el turismo internacional encuentre el hotel del 30, pero aún con mayor confort, es decir, el presente, pero reviviendo el pasado”, dice la historiadora.
Los duques de Windsor, Marlon Brando, Errol Flyn, Rita Hayworth, Libertad Lamarque, María Félix, Jorge Negrete y Nat King Cole, integran la larga lista de personalidades que pasaron por este sitio.
“Es hermoso, es mágico estar aquí, amo a la gente cubana y amo la energía, es increíble (…) me gustaría aprender más, estoy interesada en conocer más sobre el hotel y su historia”, afirma de su lado Sierra, una profesora estadounidense de 39 años, mientras bebe vino con su novio frente al mar.
Al triunfar la revolución en 1959, el hotel se convirtió en dormitorio de 900 campesinas que llegaron a la capital para estudiar corte y confección en una escuela creada por iniciativa de Celia Sánchez y Vilma Espín, compañeras de armas de Fidel Castro en la Sierra Maestra.
“Aquellas jóvenes que nunca habían salido de sus casas sin electricidad, con pisos de tierra”, de pronto se encontraron en esas elegantes habitaciones, señala Ortiz.
Después recuperó su función turística, e incluso en la década de 1990, se impuso un prohibición para los cubanos que quisieran hospedarse allí.
Tania Fernández, una médica de la provincia de Sancti Espíritus que llevó a sus hijos a conocer el lugar, cree que “por muchos hoteles modernos que haya, prácticamente, los extranjeros conocen este lugar y lo que quieren es sentarse aquí donde tantas personalidades han estado”.
Lo dice luego de recorrer las trincheras y los túneles cavados en 1962 durante la crisis que puso al mundo al borde de una catástrofe nuclear, cuando Estados Unidos descubrió los misiles desplegados en la isla por la entonces Unión Soviética.