AFP.- En una iglesia todavía dañada y encharcada, el padre Ricardo Virtudazo ofrece la misa de Navidad en una localidad del sur de Filipinas, duramente castigada por el tifón, donde decenas de devotos solo quieren techo, comida y buen tiempo.
Más de una semana después de que el tifón Rai expandiera la desolación por el archipiélago, dejando casi 400 muertos y cientos de miles de personas sin hogar, los supervivientes se aferran a la familia y la fe desde que sus casas fueran arrasadas.
“Lo importante es que todos nosotros estamos seguros”, dice Joy Parera, de 31 años, en una misa de Navidad con su marido en la iglesia de la parroquia de San Isidro Labrador en el municipio de Alegria, en el norte de la isla Mindanao.
Una lluvia fina empapa los bancos y el suelo de baldosas blancas de la iglesia, con un enorme agujero en el techo después del paso del ciclón.
Protegidos con mascarillas higiénicas, los fieles rezan por un año mejor en el templo decorado con motivos navideños.
“Todavía tenemos esperanza”, dice el padre Virtudazo a AFP. “A pesar de las calamidades que experimentan, todavía tienen fe en Dios”.
En este país asiático de mayoría católica, las familias suelen reunirse para compartir la comida en Navidad.
Pero la destrucción causada por el tifón Rai en las regiones del sur y el centro del país ha estropeado estas celebraciones y ha dejado a numerosos supervivientes implorando por agua potable y comida.
Las islas de Mindanao, Siargao, Dinagat y Bohol están entre las más devastadas por la tormenta, con la electricidad cortada, techos arrancados, edificios de madera destrozados y torres de tensión caídas.
La magnitud del daño, la falta de señal de telefonía móvil o de internet en varias áreas y las mermadas arcas del gobierno tras la crisis del covid dificultaban la distribución de ayuda.
– “Está bien, estamos vivos” –
Nardel Vicente dijo que su deseo navideño era para que alguien le ayude a comprar un nuevo techo para su casa en Alegria damnificada por el ciclón, que tocó tierra el 16 de diciembre con una potencia de supertifón.
Desempleado y con poco dinero ahorrado, Vicente asegura que su familia no podrá preparar una comida festiva este año.
“En años anteriores hacíamos espaguetis, cerdo, pollo, lo que nos pudiéramos permitir”, dice el hombre de 38 años. “Está bien, estamos vivos. Es mejor que recibir la Navidad con un ser amado muerto”.
Marites Sotis normalmente servía carne, rollitos de primavera y ensalada para su familia.
“No tendremos esto este año porque cuesta mucho dinero”, explica la mujer de 53 años a AFP en el municipio costero de Placer, donde la tormenta destruyó la mayoría de sus cocoteros. “Haremos espaguetis”, resuelve.
Algunos supervivientes en la cercana ciudad de Surigao llevan días junto a carreteras para mendigar dinero y comida de los conductores después de no haber recibido nada del gobierno.
Inaga Edulzura, de 41 años, esperaba obtener un paquete de espaguetis para cocinar para su familia. Si no, “haremos rebanadas de pan”.
“Nuestro solo deseo es que haya buen tiempo el día de Navidad para darnos algo de alegría”, dice a AFP.