Por: Carmen Imbert Brugal
Para celebrar el primer aniversario de su mandato, en la inolvidable alocución desde las escalinatas del Palacio, el presidente convocó a un diálogo con la finalidad de reformar el Estado.
Y entonces la invitación y también las dudas. Ante el llamado la trulla. La ocurrencia produjo entusiasmo, toque de flauta como el de Hamelin. Todos peleando por un buen asiento. Sin organización ni método, sin agenda, asistieron.
Seducción y taumaturgia. Apretujados, juntitos todos, anhelantes de micrófonos para decir.
El anfitrión no estuvo, torneo de ligas menores -susurró alguien- para su investidura. Aunque se trata de mayoría aliada y complacida, no teme rechazo, poco tiene que pedir.
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