El Takanakuy, el rito peruano de golpearse entre sí

El Takanakuy, el rito peruano de golpearse entre sí

Recién cuando su contrincante se ubica enfrente de él se quita la máscara de colores. No le toma mucho tiempo vencer a su rival, quien al ver la sangre que cae por su rostro se vuelve a colocar la máscara rápidamente.

El rito, que incluye música a todo volumen, incontables cajas de cerveza y la presencia de la imagen del niño Jesús, se denomina Takanakuy, la palabra en quechua que significa llanamente “golpearse entre sí”.

La fiesta popular se celebra varias veces al año pero la ceremonia central se realiza el 25 de diciembre.

En la lucha todo está permitido, excepto usar anillos en los dedos. Las mujeres también pueden participar de las peleas.

Como las peleas son voluntarias, nadie está obligado a aceptar un desafío. Pero el desafiado puede convocar a un familiar o amigo para que luche en su nombre y su honor no resulte mancillado. Es que negarse a pelear es reconocer la superioridad del contrincante.

“Yo peleo porque es la tradición y para probar mi valor”, dice a The Associated Press Freddy Pacco, vestido con un protector de cuero en las piernas similar al que usan los vaqueros y un sombrero de cuero con un ave disecada.

Muchos usan animales embalsamados en sus cabezas porque les da un aspecto más agresivo e intimidante, explica Pacco.

En el barrio popular de Canto Grande en las afueras de Lima, un local que en días normales es usado como estacionamiento para automóviles y camiones, se convierte en plaza de toros, fiestas regionales y cuadriláteros de Takanakuy.

El Takanakuy es una ceremonia de lucha cuyas raíces se hallan en los Andes prehispanos y preincaicos. Las peleas se hacen por deporte, para cumplir la palabra empeñada en el caso de las luchas arregladas con antelación, para resolver conflictos familiares o personales, ganarse el amor de una joven o defender a un pariente o amigo que ha sido vencido.

Antes de las luchas las mujeres bailan danzas típicas y preparan cerdo y papas fritas.

Néstor Gabina y su vecino de hace más de 20 años Gabriel Anaya se agarran a golpes por los límites de sus tierras, una disputa que inclusive ha llegado mutuas denuncias judiciales.

La pelea dura sólo unos minutos y el referí Neto Mendoza los separa sin proclamar un ganador oficial.

Los hombres se abrazan y rompen en llanto. La mezcla de adrenalina y pena que los invade es calmada con más cerveza.